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sábado, 9 de junio de 2012

Arica, entre la eterna primavera y los dolores de la guerra, Chile

Vaya si es una ciudad de contrastes la bella Arica, ciudad de profundo mar azul que cada tanto devuelve los gritos de la Guerra del Pacífico, ciudad límite, ciudad en donde se entrcruzan caminos que te llevan al Perú y a Bolivia tras recorrer uno de los paisajes más asombrosos de América del Sur, ciudad que te remonta a la belle epóque corporizada por los edificios de la Aduana y la Catedral de San Marcos obras de Gustavo Eiffel, ciudad para ver desde el aire, trepado al morro de 190m de alto que guarda trofeos de batallas que aún le duelen a la Patria Grande, ciudad de mercados para sentarse a comer los mejores mariscos del mundo, entremezclados con los olores más representativos de un mar que casi puede tocarse, ciudad con palmeras, playas, barcos y barcas, tejas, hierro con marca de autor, peñascos para sentarse y compartir ocasos celestiales rodeado de pájaros enormes que parecieran no inmutarse ni por el espéctaculo natural, ni por uno, ciudad de museos arqueológicos y alrededores con pukarás y aceitunas.
Cabe pedir perdón por la calidad del fotógrafo, las tomas tienen cerca de veinte años, y hace veinte años uno estaba más apurado, es que había muchos lugares por delante, muchas cosas por hacer, muchos caminos por ser transitados, y eso provocaba un pararse y disparar, disparar sin ver, sin sentir, sin mirar.

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